Siempre me ha sorprendido la naturalidad con la que algunos intérpretes ejecutan algunas piezas. Gente como Reinhold Friedrich, Maurice André, Luís González o Pacho Flores –o muchos más– parecen tocar sin ningún esfuerzo. Nadie duda de la enorme cantidad de tiempo que han dedicado a estudiar, pero quizás haya otro factor clave en su éxito: el estudio profundo.

El desarrollo del talento es un tema complejo y, a veces, espinoso. Como vimos en el artículo sobre el oído absoluto, existe un eterno debate entre genetistas y ambientalistas que parece estar todavía lejos de llegar a un consenso. Sin embargo, mientras que las observaciones parecen dar más voz a los genetistas en la adquisición del oído absoluto, los ambientalistas podrían ir mejor encaminados para desarrollar habilidades de forma extraordinaria –el llamado talento–.

¿Qué es el estudio profundo?

Desde hace unas décadas, los libros de autoayuda han proliferado. Aunque sea de sentido común, recordemos que cualquier información, sobre todo si no está contrastada, puede estar sujeta a cambios; con lo que parece sensato tratarla con escepticismo.

En el 2009, Daniel Coyle escribió un libro llamado The Talent Code, en el que analizaba casos de algunas regiones con gran éxito en disciplinas concretas. Uno de los conceptos que explicó fue el estudio profundo, que consiste en prestar completa atención a la tarea que se está realizando.

Los estudios realizados por Coyle pueden extenderse a los músicos de viento y cuerda, incluso en el campo de las actividades cotidianas. Coyle defiende el estudio condensado y efectivo, donde la racionalización predomina sobre la repetición inercial, para abordar el estudio con un solo objetivo: convertirse en un gran músico. A través de esta repetición concienzuda, el estudiante obtiene conexiones cerebrales más fuertes en las que la información se retiene mejor.

La mielina y el estudio profundo

Hasta hace relativamente poco, se creía que la capacidad de aprendizaje dependía de la cantidad de neuronas de las que disponemos, es decir, de la famosa materia gris. Sin embargo, ya hemos visto que el desarrollo de habilidades responde más bien a la comunicación entre neuronas. La principal responsable de esta comunicación es la mielina, una substancia grasa que recubre los axones de las neuronas, incrementando hasta 3.000 veces la velocidad de transmisión de información. También se la conoce como materia blanca (artículo).

Daniel Coyle considera que la mielina y el cambio de paradigma suponen una revolución copernicana en el campo del aprendizaje. Esta revolución se basa en 3 hechos simples:

  1. Todo movimiento, pensamiento o sentimiento humano es una señal eléctrica sincronizada con precisión que viaja a través de una cadena de neuronas, un circuito de fibras nerviosas.
  2. La mielina es el aislamiento que envuelve estas fibras nerviosas y aumenta la fuerza de la señal, la velocidad y la precisión.
  3. Cuanto más estimulemos un circuito en particular, más mielina optimiza ese circuito, y más fuertes, rápidos y fluidos se vuelven nuestros movimientos y pensamientos.

Si las predicciones del Dr Douglas Fields –autor de libros como The Other Brain– son ciertas, los cerebros de los grandes concertistas o deportistas están repletos de mielina. La mielina es, por tanto, el resultado de un estudio profundo.

Las 10.000 horas de estudio no lo son todo

Uno de los estudios más conocidos en el desarrollo de habilidades musicales se llevó a cabo en Berlín y fue realizado por Anders Ericsson y su equipo. Analizaron la experiencia que tenían violinistas de formación clásica de distintos niveles en la actual Universität der Künste de Berlin y entrevistaron a músicos profesionales de las reputadas orquestas Berliner Philharmoniker y Rundfunk-Sinfonieorchester de la misma ciudad. Descubrieron que la mayoría de los grandes músicos comenzaron a estudiar desde la infancia. Además, su éxito era visible ya en su adolescencia. Por lo tanto, concluyeron que no se trata de talento o habilidades innatas, sino de un estudio constante y consciente prolongado en el tiempo (estudio).

Malcolm Gladwell –autor de libros como Fuera de serie– dedujo que todos los profesionales de élite habían invertido, como mínimo, 10.000 horas de práctica en su disciplina. Ese número pasó al imaginario colectivo como la única condición para convertirse en un experto. 10.000 horas son 2500 días (3’8 años) estudiando 4h o 3.333 días (9’13 años) estudiando 3 horas al día. Sin embargo, parecía que esa gran cantidad de horas era un cronómetro para demostrar tu potencial, ya que, si no habías logrado la excelencia en ese tiempo, sería por falta de talento.

De hecho, se replicó el estudio de Ericsson con resultados relativamente diferentes: los violinistas buenos estudiaron las mismas 11.000 horas de media que los muy buenos. Es decir, estudiando lo mismo, algunos violinistas fueron mejores que otros (estudio). Sin embargo, el debate de se nace o se hace no se cierra aquí, porque mientras unos aluden a la predisposición –talento– de algunos violinistas, otros señalan las que sus estrategias de estudio podrían haber sido diferentes.

Años más tarde, Gladwell público un artículo acotando algunas de sus afirmaciones que se habían malinterpretado. Sus 10.000 horas no suponían el único requisito para desarrollar cualquier habilidad, sino que la mayoría de los expertos que había estudiado habían necesitado ese tiempo como mínimo. Además, comenta que hay más factores como la predisposición a desarrollar cierta habilidad o el tipo de atención implicada en su estudio. Al fin y al cabo, si te llama la atención la música, te costará menos esfuerzo mantener la concentración mientras estudias que a alguien que tenga otros intereses, como por ejemplo los videojuegos. Además, esa concentración probablemente hará que el tiempo se te pase volando, con lo que llegarás antes a esas 10.000 horas.

El estudio profundo y la zona de flow

Ya sabes que el estudio eficiente es sinónimo de mantenerse en la zona de flow. Hemos visto algunos recursos para conseguirlo, como el estudio aleatorio, las variaciones o el estudio mental. Sin embargo, nuestra mejor carta es probablemente el estudio profundo.

Todos hemos estudiado alguna vez sin prestar demasiada atención a lo que estamos haciendo. Suele ocurrir en el estudio técnico, aunque también puede pasar cuando trabajamos conciertos, estudios o pasajes orquestales. Cuando estamos en ese estado de baja atención, solemos cometer más errores, pero los repetimos algunas veces hasta resolverlos y seguimos hasta el siguiente accidente. Sin embargo, no buscamos solucionar ese error ni aprender a prevenirlo, sino que sólo queremos pasar de largo. Este estado de estudio mecánico o sin pensar es lo contrario al estudio profundo.

El estudio profundo, o deliberado, ocurre en un estado de alta concentración. Esto nos da una pista de que estamos probablemente en la zona de flow. Recordemos que permanecer en la zona de confort nos aburre y desmotiva, mientras que intentar exigirnos demasiado, nos estresa.

Practicar el estudio profundo

En contraste con el estudio mecánico, el estudio profundo tiene siempre un propósito. Por ello, lo más importante es tener siempre un objetivo musical en mente. Para construirlo, es recomendable escuchar muchas versiones de más músicos, tanto trompetistas como de otras disciplinas. Ampliando esta biblioteca mental de sonidos, podrás exigirte mucho más y encontrarás más detalles sobre los que tomar decisiones.

El proceso sigue este orden:

  1. Interpreta un pasaje con un objetivo musical claro.
  2. Escucha el resultado.
  3. Analízalo y decide qué quieres cambiar para mejorarlo.
  4. Repite el proceso hasta que el resultado te satisfaga.

Es esencial que las conclusiones se centren en lo que escuchas, evaluando así el ritmo, la afinación, el fraseo/articulación y el sonido. También puede ser útil pensar en otros aspectos como la postura, la relajación o las sensaciones –preferiblemente en áreas muy sensibles del cuerpo como labios o dedos–.

Conclusiones

No es ninguna novedad que tocar un instrumento musical es una tarea muy compleja. Esa complejidad, junto al gran nivel que logran alcanzar algunas intérpretes, ha despertado la curiosidad de muchos científicos en las últimas décadas: entender cómo se desarrollaron las habilidades musicales avanzadas puede desencadenar grandes revoluciones en el campo de la pedagogía de habilidades.

Uno de estos descubrimientos fue el estudio profundo, que no es otra cosa que el estudio concienzudo de una habilidad, en este caso, musical. Al parecer, la planificación de objetivos y la atención que prestamos al estudio son factores decisivos. Así que, si quieres que aparezca la magia de la música, no pases por alto el estudio profundo.

Un calentamiento rápido y efectivo: guía práctica

Déjame tu nombre y e-mail y recibirás la guía práctica para aprender a calentar.

Un momento...

Te dejo las instrucciones en la bandeja de entrada. ¡Ánimo con esa trompeta!


0 comentarios

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Más info

aceptar